En el desierto de Sonora
Solos y juntos en el desierto de Sonora
serenos inmensos en la duda
cruzamos ese cansancio
para alimentar al vuelo
a nuestro rostro uno
y con la mirada cargada de oro
volteamos al cielo
en foco
Abrimos la cortina de nubesi
ntacta, desusada,
tan fuerte
que alzamos cada pliegue encubierto
de su personalidad de nube
y hermosamente
tejimos esa agua enfurecida
que aspiro, tan disoluta
vuelta,
con gestos
lejanos
poco a poco vamos sintetizando
esa parte del beso de nosotros
que canta a lo concavo de la lluvia
sudorosa,
derretida en tierra
que apunta a un sol fulgurante
invidente.
Nuestro rostro al unísono
sopla un silencio azul
que cae en proporciónal mío
privado,
el mismo.
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